lunes, julio 02, 2007

Quinta Crónica: Cambio

El andar de Delvan era lento, la herida en su pierna había hecho el regreso al pueblo más tardado de lo que ambos hubieran deseado. Sobre la cima de la colina que llevaba al pueblo el brillo naranja del atardecer iluminaba el camino de los exhaustos hechiceros. El aire estaba cargado de un fuerte olor a quemado, persistente desde que habían dejado el campo de batalla y las pilas de cadáveres ardiendo por la magia de Delvan.

Al llegar a la cima de la colina maestro y alumno se quedaron sin palabras. El brillo en el cielo no era el atardecer, era el pueblo en llamas. El olor a quemado no era de la batalla anterior, sino de la batalla presente.

La expresión incrédula en el rostro de Demantus se contrajo lentamente en una expresión de ira. Ignorando los gritos de Delvan, Demantus corrió hacia el pueblo, dejando a su maestro a la orilla del camino.
Al llegar al pueblo los ataques de Demantus no se hicieron esperar, nubes adormecedoras con cargas de energía tan grandes que inhalarlas implicaba una muerte segura, su espada cortaba el aire, su hoja plateada dejaba de reflejar el brillo de las llamas al cubrirse de sangre.
Demantus utilizaba la energía de las llamas que consumían al pueblo para eliminar a sus enemigos, sus gritos de furia resonaban por encima de los demás sonidos de la batalla.
-¡Lo merecen!- gritó Demantus con desdén.

Pero aquella carga impulsiva y descuidada tuvo su precio, mientras se encargaba de calcinar a un grupo de los hombres de Kerath una punta de lanza perforó su costado izquierdo. Su espada cortaba el cuello de un mercenario cuando otro abrió una gran herida en su espalda y otra en su brazo. Casi por instinto Demantus expandió su mente, localizando a todos y cada uno de los sobrevivientes, enemigos todos. Reuniendo toda su ira y toda la fogosa energía a su alrededor Demantus conjuró un mar de fuego, calcinando a lo que quedaba de la compañía enemiga.

Delvan entró a las ruinas del pueblo en una carrera forzada, encontrando a Demantus en el suelo, chorreando sangre de las múltiples heridas en su cuerpo. Reuniendo las pocas energías que lo mantenían de pie para conjurar un hechizo curativo Delvan se arrodilló junto a su caído aprendiz, quien luchaba entre sangre y respiraciones cortadas por permanecer consciente.

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