domingo, diciembre 23, 2007

Volátil

Tan volátil que fue lentamente suprimido.

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domingo, diciembre 16, 2007

Décimo Segunda Crónica: Belmar

En el gran valle frente a las puertas de Belmar estaba apostado el ejercito de la Alianza.
Los estandartes, perlados con remaches de oro, ondeaban con toda la fuerza del plano de Teluria. El ejército era enorme, cada reino había aportado lo mejor para combatir a Kerath. Los jinetes lucían imponentes en sus galantes monturas; los druidas, vestidos al estilo del bosque, portaban el poder de la naturaleza, seguidos por osos, lobos, cuervos y demás bestias de guerra; los hechiceros descendieron de sus altas torres, rodeados de arcanos poderes e invocaciones, una variada multitud de magestuosos hombres en túnicas y destellantes criaturas de fantasía; la infantería, portando todo tipo de espadas, lanzas, mazos y alabardas, sus escudos plateados reflejaban la débil luz que lograba atravezar el cielo nublado; los artífices preparaban sus máquinas de guerra, grandes figuras humanoides hechas de engranes y resistentes placas de metal, estatuas de bizarras figuras animales, de metálicas garras y agresivas complexiones. Y los mismos artífices, portando orgullosos grandes llaves a manera de mazos, listos para entrar a la batalla a reparar y a aniquilar; los alquimistas, con sus cinturones llenos de frascos y cilíndros metálicos, recorrían con sus manos el campo de batalla, fortificando los artefactos de los artífices y las armas del ejército; sobre las murallas y junto al resto del ejército los arqueros de la Alianza veían al horizonte y preparaban sus arcos largos, pues la sombra se acercaba.

En el extremo opuesto, por entre las grandes montañas que rodeban el Valle de Belmar, el ejército de Kerath entraba amenazadoramente, marchando de manera ordenada detrás de los cuatro Generales y el mismísimo Señor Oscuro. Su ejército, a diferencia del ejército de la Alianza, parecía un mar negro y carmesí, en la lejanía no se distinguía la sutil diferencia entre el uniforme de un soldado y la túnica de un mago, entre las insignias de un ilusionista y las de un devorador de hechizos. Pero los estandartes del cráneo en llamas, de las lágrimas de sangre, de la marea carmesí sobre la que flotaba, ondeaban intimidantes como presagio de la matanza por venir ante los ojos de la gran Alianza de Teluria.

Cuando el ejército de Kerath hubo entrado por completo al valle el Señor Oscuro hizo una señal y con impecable presisión todos se detuvieron, provocando un ensordesedor trueno, aplificado aún más por el eco de las montañas circundantes.

Aún sobre el estruendo del enemigo una potente voz llenó el valle, la voz del General de la Alianza.

-Esta es tu única oportunidad Kerath, da media vuelta o enfrenta la ira de Teluria.- dijo Nameloth con severidad. - El daño que causaste a este plano debería de ser cobrado con tu sangre y tu dolor y el de todo tu ejército, mosntruos perversos llenos de ira.-
-La sangre y el dolor vendrán, pero no la derrota.- interrumpió con voz desdeñosa Kerath. -No importa cuantos ejércitos reúnas, cuantas naciones unifiques, todos caerán.-
-¡No más Kerath, no más! -gritó Nameloth. - Marcha y conoce el horror del que es capaz el total de Teluria.-

-¿Horror? ¡Horror! - Kerath volteó para encarar a su ejército. -Soldados de Krathia, escúchenme! Estos hablan del horror, nos lanzan amenazas y condenas intentando amedrentar nuestra resolución. ¡Pero no funcionará! Porque si esa es la cara del horror ¡me estoy burlando de ella!-
Un rugido ensordecedor llenó el Valle de Belmar y a una señal de Kerath se hizo silencio.
-Nos han llamado monstruos perversos. ¡Probémoslo!
¡AVANCEN!-
El trueno de la marcha llegaba claramente al ejérctio de la Alianza, donde se cimbraba una inquietud general a pesar de su superioridad numérica.
-No importa lo que hagas Kerath, tu ejército no podrá un pie sobre Belmar, ¡esta ciudad permanecerá en pie!- dijo Nameloth.
-Mi ejército cree lo contrario.-
El estruendo del ejército de la Alianza preparándose para el combate ahogó completamente el sonido de la marcha y el rugido del ejército enemigo.
-¡Arqueros de Teluria, muestrenle al enemigo nuestras creencias!-

El silvido mortal de las flechas inundó el Valle de Belmar. Kerath extendió las manos en dirección de las flechas y, tras una mueca de esfuerzo, gran parte de las flechas se transformaron en polvo. Davath, con un ademán parecido, detuvo otra parte de las flechas , las cuales cayeron indefensas al suelo. Un fragmento del cielo se tornó borroso al culminarse el hechizo de Felzar, las flechas restantes cayeron en él y aparecieron en sentido contrario, cayendo sobre el ejército de la Alianza. Aunque inesperado, la mayoría de las flechas fueron repelidas por los conjuros protectores de los hechizeros de Teluria.

Davath se acercó a las flechas caídas y levantó enormes golems de piedra, las puntas metálicas saliendo de sus brazos, puños y hombros. Agrathab, con un sutil movimiento de sus manos llenó las puntas de flecha con un veneno mortal. La marcha continuó.

-Necesito a tus quince mejores hechiceros conmigo.- dijo Kerath a Davath en voz baja. -No importa cuantos ejércitos enfrentemos, no importa si ni un solo Krathiano pone un pie en la ciudad, Belmar caerá.-

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