jueves, junio 07, 2007

Cuarta Crónica: Primera Batalla

Demantus - 13 años.

-Recuerda todo lo que te enseñé, si tu vida peligra huye.- dijo Delvan con voz severa.
-No será necesario Maestro, he estado trabajando en varios trucos para estos imbéciles.- dijo Demantus confiado.
-Estas bestias no tendrán piedad, si puedes mátalos.-
-Sabe que no los voy a matar.-
-Silencio, aquí vienen.- susurró Delvan.

Desde su escondite entre el follaje de un árbol Demantus y Delvan podían ver a un centenar de los hombres de Kerath acercarse. Estos no vestían uniforme ni portaban elegantes armas como aquellos que destruyeron la Academia, estos vestían pieles malolientes y raídas, y blandían espadas llenas de óxido y mazos burdos manchados de sangre seca.

La sucia milicia de Kerath, encargada de vigilar los pequeños pueblos de las provincias mientras el ejército libraba la guerra, regresaba de una redada, todos reían a carcajadas, mostrando los pocos dientes amarillentos que quedaban en sus sucias bocas.

Delvan se dejó caer con su espada desenvainada, cayendo sobre el líder de la compañía y reclamando su cabeza. Demantus se dejó caer después, él no portaba más arma que la enorme cantidad de energía que había acumulado para su primera oleada de hechizos. Al tocar tierra Demantus extendió una mano en dirección de la sorprendida columna de hombres, liberando una densa nube de humo blanco, sumergiendo en un profundo letargo a todo el que lo inhalaba. Los gritos de terror de los afectados por el gas fueron reemplazados por los gritos de guerra de los que permanecían despiertos, los cuales se abalanzaron sobre Delvan y Demantus sin titubear.

Delvan conjuraba feroces llamaradas sobre sus enemigos, su rostro y su espada reflejaban la ira contenida desde aquel día en que Vatha cayó frente al ejército de Kerath.
Demantus desenvainó su espada y le dio una palmada, cargándola con un hechizo de electricidad. Con el sólo contacto entre la hoja plateada de su espada y las armas metálicas de sus enemigos un shock pasaba por sus cuerpos, dejándolos paralizados en el suelo.
Delvan se dio a la tarea de calcinar a las víctimas de los hechizos de Demantus, nengándose a dejar sobrevivientes ante la incrédula cara de su aprendiz.


La batalla continuó durante varias horas.

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miércoles, junio 06, 2007

Tercera Crónica: Delvan

No fue hasta que la ciudad de Vatha fue reducida a escombros y cenizas que el ejercito de Kerath continuó su marcha.

Los animales carroñeros se lamían el hocico cuando de pronto un montón de escombros se movió, de él salió un hombre cubierto en polvo y sangre, apenas vestido con lo que alguna vez fue una túnica, las insignias plateadas que señalaban su rango de Maestro se habían perdido en el derrumbe. Delvan sacudió su cabello castaño y sus manos para librarse de un poco de polvo. Cayendo de rodillas por el cansancio de la batalla se recargó contra una enorme piedra, alguna vez parte de un edificio de la Academia, y acunó sus manos. De ellas brotó agua fresca, la cual bebió ávidamente, saciando su sed y recuperando algo de fuerza.
Delvan caminó por los escombros, encaminándose hacia el norte, donde todavía quedaban algunos pequeños pueblos, demasiado pequeños para despertar la ambición de Kerath.
De pronto un pequeño niño apareció de detrás de una columna con la cara empapada de polvo y lágrimas, su pequeña túnica rasgada y manchada de sangre, y una mano extendida amenazadoramente hacia el Maestro. Demantus, al ver que el hombre que tenía en frente vestía los colores de la Academia, sonrió y cayó al suelo, desmayado.
Delvan, quien no creía que un niño hubiera sobrevivido, y mucho menos tenido el valor para pelear hasta el último aliento, tomó al niño en sus brazos y se dirigió con paso seguro hacia el pueblo más cercano.

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El Autor

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Segunda Crónica: Demantus

Demantus quería correr pero no podía, los cadáveres a su alrededor y la demostración de poder del que llamaban Davath lo habían petrificado. ¿Cómo había sucedido todo esto? ¿En qué momento los poderosos profesores habían caído ante estos monstruos, estos demonios?

Demantus salió de su trance al ver que Davath había estirado su brazo hacia el edificio donde él se encontraba. Desesperado, Demantus corrió hacia la escalera, pero antes de que pudiera bajar el primer escalón el edificio se transformó en un infierno. Llevado por su instinto de supervivencia el pequeño saltó el barandal, conjurando subconscientemente un hechizo que amortiguó su caída, pero la explosión de las plantas superiores del edificio lanzó a Demantus debajo de las duras escaleras de piedra.
Antes de perderse en la niebla del desmayo Demantus vio subir a los hombres de Davath, sus armaduras recubiertas con la sangre de los refugiados del tercer sótano.

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domingo, junio 03, 2007

Primera Crónica: Demantus

La ciudad de Vatha ardía, el ejército de Kerath avanzaba por las calles dejando un rastro de sangre y fuego a su paso. La Academia de Magia sostenía una fiera resistencia. Desde las ventanas aprendices y maestros lanzaban sus más poderosos hechizos en contra del ejército enemigo. La puerta principal de la academia cayó y la guerra se libró dentro, cara a cara la batalla se tornó más sangrienta.


Demantus, un dotado estudiante de sólo cinco años de edad, deseaba utilizar sus hechizos de desmayo y de mareo en contra de los monstruos que destruían su hogar y mataban a sus amigos, pero los pequeños fueron llevados al tercer sótano, el lugar más seguro de toda la Academia.

Con sólo un joven hechicero haciendo guardia Demantus escapó fácilmente, subiendo rápidamente las escaleras, reuniendo la energía necesaria para conjurar su primer hechizo. Al llegar a la superficie el panorama dejó a Demantus helado; las paredes escurrían con la sangre de los muertos; cuerpos mutilados, derrumbados en el suelo en extrañas posiciones; la pared exterior destruida y el resto quemándose; el olor de cuerpos calcinados y sangre.
Un hombre vestido con los colores del enemigo vio a Demantus y se abalanzó sobre él. Asustado y tembloroso, el pequeño Demantus levantó sus manos y dejó toda su energía fluir. El hombre detuvo su carrera y comenzó a vomitar una sustancia verde llena de sangre. Sin mirar el desenlace de su hechizo Demantus corrió. Subió las escaleras y desde las ventanas vio a los soldados enemigos, bañados en sangre, destripando a los cadáveres en el suelo, gritando alrededor de la Academia en llamas. En el centro se encontraba su comandante, un hombre joven, de cabello largo y negro como las sombras, su piel pálida reflejaba la luz de las llamas y sus ojos grises inspeccionaban los vestigios de la batalla. Un grito nació entre el grupo de soldados:

Davath, Davath,Davath!- rugían los soldados.

Su comandante sonrió, estirando una mano hacia el edificio más alejado de él. La antigua estructura explótó en un mar de fuego, lentamente cediendo al poderoso hechizo del segundo al mando de Kerath.

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